Difícil fue no darse cuenta de que el nuevo Reglamento de Protección de Datos ya estaba aplicándose ante la lluvia de correos electrónicos recibidos en los días previos, con singulares e imaginativos mensajes publicitarios, solicitando nuestro consentimiento expreso para no perder nuestro contacto y poder seguir enviándonos comunicaciones comerciales, acompañados de alguna referencia al RGPD.
No hay que ser muy experto para advertir que, en realidad, no es RGPD el que exige disponer del consentimiento expreso para poder hacer los envíos publicitarios por medios electrónicos, sino la Ley de Servicios de la Sociedad de la Información y Comercio Electrónico (LSSICE) y por tanto, desde el punto de vista jurídico, un alto porcentaje de los mensajes recibidos, además de no ser muy acertados, ni cumplieron correctamente el RGPD ni la LSSICE.
Pero, a efectos prácticos las empresas quedaban satisfechas, quién iba a apreciar la diferencia.
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